Olga Utrovicich: De los Balcanes a los Andes


Olguita Utrovicich de Goic es una de las vecinas más queridas de Puerto Natales. Reconocida pintora y voluntaria de la Cruz Roja, ha dejado su sello inconfundible en todo lo que ha hecho, Conozca a continuación un poco más de su historia




Olga Utrovicic de Goic es sin lugar a dudas una de las personalidades más ilustres y respetadas de Puerto Natales. Y en ello ha influido no solo su infinita amabilidad y voluntad a toda prueba, sino también su destacado rol en la Cruz Roja local y su afición por las artes, la pintura y el dibujo. 


Su vida está llena de acontecimientos, de vivencias y experiencia. También de aventuras, de romance y de viajes, como el que la trajo desde lo que hoy en día es Croacia hasta Magallanes, donde casi adolescente aún, conocería el amor de su vida, sería madre y se afianzaría como una magallánica más, una magallánica muy especial. En exclusiva elKeltehue pudo compartir una tarde de sábado con doña Olga  para enterarnos más de su vida, su historia y sus impresiones respecto al mundo actual.

"Hasta el día de hoy, con mis 91 años de edad, sigo creyendo que la vida es muy linda, y de nada sirve echarla a perder con envidias o violencia.” Así dice con plena convicción Olga Utrovicic en uno de los momentos finales de la entrevista, que más forma tuvo de franca y abierta conversación, un dejar fluir sus recuerdos e impresiones respecto a los más variados temas. Y la misma sabiduría expuesta en esa reflexión se hace latente en todas sus remembranzas, opiniones y consejos. Doña Olguita nunca dice simplemente por decir, sino siempre por convicción,  esa misma  convicciónque hace de nuestra conversación un viaje a través de los más variados tópicos, todos ellos enlazados a una idea general: las nuevas generaciones necesitan imperiosamente recuperar los valores de antaño para tener algún futuro.



Olga y Juan: Una historia de amor.

Una de las primeras cosas que Olguita hace es leernos algunos pensamientos sobre el amor y la vida en pareja escritos en un antiguo cuaderno, una especie de diario de vida que guarda el registro de sus primeros años de casada. “Una pareja que está recién empezando no puede anticipar lo que vivirá en el futuro”, dice una de sus frases, pero inmediatamente añade “Ahora la gente dice con tremenda facilidad, cuando las cosas en la pareja no andan del todo bien, el amor se terminó. Yo digo que el amor no se puede terminar. Cuando uno quiere de verdad el amor se convierte en una cosa viva. Por eso tal vez a mi me extraña tanto la manera de pensar que tienen los jóvenes actualmente, porque yo estuve casada 42 años con mi marido, y aunque ya han pasado 23 años desde su partida, el amor que siento por él es tan grande como si lo hubiese conocido ayer.” Y debe serlo. Hablar con Olguita es hablar también con Juan Goic (Q.E.P.D.), su esposo y compañero de toda la vida, constantemente presente y vivo, muy vivo en la memoria y el corazón de su esposa.



“A Juan lo conocí de una manera muy simpática: Yo iba mucho donde la Katty Kusanovic -que estaba recién casada con Juanito Kusanovic- porque éramos muy amigas y lo somos hasta el día de hoy. Ella siempre quiso presentarme a Juan Goic, que era amigo de su marido y al parecer tenía, según ella, muchas cualidades. Como yo no lo conocía no me interesaba mucho, y así pasaron  los  meses hasta que un día estando en casa  de Elba Soto vi desde la ventana que Juan Kusanovic se venía acercando junto a otro tipo, que sospeché podía ser el famoso Juan Goic. Me alejé de la ventana y luego de un rato, ya pensando que se habían ido, me acerqué a curiosear y para mi sorpresa allí estaban los dos. Ahí por primera vez cruzamos nuestras miradas y debo confesar que me flechó enseguida. Tiempo después, ya casados, Juan me dijo que si hubiera podido me hubiera raptado a caballo esa misma noche, cosa que yo hubiera aceptado encantada.” Olguita se apresura en aclarar que “Juan era un hombre muy especial, como casi no existen hoy en día.” Ese mismo sentimiento hizo que afrontar su pérdida fuera una tarea extremadamente dura, pero finalmente posible; “pensar en lo bueno que Juan fue me hace muy feliz, me ayuda a vivir y superar los tragos amargos que a veces tiene la vida.”
 
Llegando a Magallanes

Olga nos cuenta que llegó a Puerto Natales cuando tenía apenas 12 años de edad. Su ciudad natal es Punta Arenas, que es donde su padre, Mariano Utrovicic, se estableció en primera instancia al llegar desde Europa. Nos confidencia además que el motivo por el cual su padre llegó a estos parajes tan lejanos tuvo mucho que ver con el servicio militar. En efecto, don Mariano huyó de su país como polizón en un barco cualquiera para evitar el abusivo servicio armado con el que todos los jóvenes debían cumplir. Así llegó hasta Punta Arenas, que a principios de siglo gozaba de muy buena reputación no solo en Yugoslavia, sino también en Italia, Alemania, Francia y otros países europeos, donde se alababa su paisaje, su tranquilidad, la potencialidad de su actividad portuaria y ganadera, además del clima tan similar a Los Balcanes. Por esas razones Magallanes fue para muchos la gran promesa de un futuro mejor, una vida más buena y mucho más pacífica. Olga tuvo la oportunidad de viajar junto a toda su familia a Yugoslavia, justo antes de radicarse definitivamente en Puerto Natales. De ese viaje guarda muchos y gratos recuerdos, pese al delicado estado de salud de su madre. “Allá vivimos en una aldea muy bonita, y mi papá hizo que los mejores médicos vieran a mi mamá. El viaje fue muy bonito, en barcos preciosos y conociendo a mucha gente. Cuando volvimos lo hicimos en el crucero “Monte Cervantes”, que años más tarde encalló en   Ushuaia. Recuerdo que era un barco tan lindo que tenía solo primera clase; la gente comía bien, había linda música, una alegría inmensa y todos compartían con todos. Esos recuerdos nunca se me borraron, y me hacen comparar esas cosas lindas con lo que pasa actualmente en el mundo, que considero está completamente podrido. Uno ya no puede confiar en nadie. El ser humano está perdiendo sus valores.”

Olga continúa su relato explicando que al volver desde Yugoslavia las cosas no iban bien económicamente para su familia. Por esa razón su padre aceptó una oferta laboral en Puerto Natales, para trabajar en una panadería. De tal modo, y siendo 1928, Olga se instala definitivamente en la ciudad. “En aquellos años Natales era un pequeño poblado, ni parecido a lo que es ahora. Donde está el cementerio viejo por ejemplo, solo había bosque, y uno podía salir y recorrer a caballo todos los alrededores que hoy son poblaciones.”

Una vida para pintarla (y premiarla)

“Desde muy pequeña tuve buena mano para el dibujo. A los doce años ya hacia hartos dibujos y algunas tintas chinas que me quedaban bastante buenas. Sin embargo las obligaciones  y  la vida familiar hicieron que mi afición al dibujo quedara un poco relegada.” Efectivamente, Olga guarda hasta los días de hoy algunas ilustraciones de su autoría hechas en aquella época, magníficamente preservadas y que sirven para constatar el talento que tenía y sigue teniendo. “A los 77 años ingresé a la Universidad de Magallanes (campus Natales) a cumplir mi sueño frustrado: aprender a pintar. Inicialmente me daba miedo hasta tomar el pincel, pero con la paciencia de la profesora Elsa Bühring pude sacarme los miedos iniciales y aprender a pintar con óleo, que era lo que yo quería. Actualmente hay cuadros míos en Canadá, en Croacia y en distintas ciudades de Chile. Además gran parte de mi obra fue expuesta hace algunos años en el Liceo María Mazzarelo en algo que me pareció muy lindo. La pintura es para mí una gran luz, me da mucha fuerza para seguir adelante haciendo cosas”.


Olga recibió el pasado año 2009 la medalla municipal, a propósito de su trayectoria como voluntaria de la Cruz Roja y sus aportes al ámbito de la cultura local. Orgullosa luce su trofeo y se fotografía con él, insistiendo en que “para mí fue algo muy lindo, un reconocimiento que significó una tremendísima alegría”. Nos cuenta también que a la Cruz Roja Internacional filial Natales se unió hace muchos años, encontrando allí una chance para ayudar al prójimo y la gente más necesitada. Recuerda que en aquellos tiempos se trabajaba mucho más que hoy, incluso en invierno, visitando puerta a puerta  a la gente más desposeída.



-¿Se siente realizada con lo hecho hasta el día de hoy?



“Me siento muy realizada. Gracias a Dios nunca fui negativa y me siento orgullosa de eso. Siempre quise cosas lindas para mi vida y para los demás. Hoy el mundo está perdiendo la vocación de ser solidario, de entregar amor como lo enseñara Jesucristo, y no lo digo por ser ´pechoña` ni nada de eso, aunque si confieso que para mi refugiarme en el Señor ha sido siempre una gran ayuda, especialmente cuando murió mi marido. En ese momento yo tenía grandes deseos de morir, de abandonarme. Pero afortunadamente saqué las fuerzas para superar ese momento y redescubrir las cosas lindas de la vida… porque creo hasta el día de hoy que la vida es muy bonita.”





-¿Un consejo para las nuevas generaciones?

“Me preocupa mucho la juventud. Los jóvenes están confundidos porque se le ofrecen falsamente tantas cosas de manera fácil, y ellos creen que la vida es así y eso no es cierto. Todo tiene que costar, porque lo que cuesta es lo que uno aprecia y le da a uno la fuerza para seguir adelante. Mi consejo para los jóvenes es que no sean negativos, que se alejen de la violencia y los vicios, y  especialmente que sepan amar a sus familias, que es la base de todo.”








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